viernes, 27 de noviembre de 2009

Día 58

Un terno
de Yolanda Westphalen

Sobre una silla de madera
yace
un saco de casimir usado
blando
arrugado
y sobre el travesaño apolillado de la silla
se yerguen
a lo macho
unos pantalones grises abrillantados por el uso y el abuso
La silla y el terno ofrecen
una sofrenada visión
de una extraña cáscara de hombre
El saco vive aún un gesto
viril
no carente de dignidad prosaica
sabemos que no deberíamos
observar
esa mentira de hombre
ese no-ser existente
sentimos subir a nuestras gargantas
injertadas
en una curiosidad crispada como un erizo de mar
el deseo de palpar ese terno
manoseamos sus fundillos raídos
los bolsillos del saco llenos de puchos de cigarros baratos
de huachitos de lotería
de boletos de ómnibus
y a pesar de sentirnos humillados
persistimos en esa mentira exultante
de identificarnos con esa vida ajena
con ese cuerpo ausente
con olor y sudor a bencina
y nos precipitamos
en ese infierno de sabernos
plenos de una curiosidad morbosa
solos
despojando a un hombre inexistente
de su presencia hecha ausencia
mientras nosotros seguimos tocando oliendo rebuscando
ese perfil gastado de una vida forrada en tela
y el terno de casimir barato
nos mira con sus rayas grises y azules
nos observa con sus líneas desplanchadas
y nosotros avergonzados nos evadimos
de sus rayas de sus líneas rectas
pero al huir llevamos pirograbada
en nuestra conciencia
el haber violado incruentamente
la intimidad de un hombre

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