martes, 5 de enero de 2010

Día 95

Es diferente escuchar música que leer un libro. Cuando leemos un libro desciframos un texto y creamos nuestras propias asociaciones. Sólo tenemos que tomar en consideración al texto y a nosotros mismos. Al escuchar música, prestamos atención a las leyes físicas del sonido, el tiempo y el espacio en cada nota. Cuando escuchamos una pieza de música en un concierto, es imposible repetir - releer, como si dijéramos- una frase o una sección que no hemos entendido del todo. El oyente tiene que modificar su concentración -su propia consciencia, incluso- para recibir el material musical mientras se está interpretando. A fin de sumergirnos en la narración de un libro, debemos crear una experiencia propia de la progresión del tiempo o de la ilusión del tiempo que pasa en el interior del relato; en la música, en cambio, esta cualidad viene dada. Claro que es posible oir y no escuchar, como es posible mirar y no ver. Para leer un libro no basta con mirar las palabras sino que hay que convertir las palabras impresas en construcciones mentales a fin de entender el relato. Igualmente, no basta con oír la música sino que también hay que escucharla para comprender la narración musical. Escuchar, por tanto, es oír acompañado del pesamiento, del mismo modo que el sentimiento es emoción acompañada de pensamiento. Cuando surge una emoción, no está necesariamente relacionada con un acontecimiento o persona específica; es la participación del intelecto lo que vincula la emoción a una serie determinada de circunstancias, generando sentimiento. El mismo proceso tiene lugar cuanso se escucha una pieza de música.

Las grabaciones de sonido, que preservan lo que no puede preservarse, aumentan la posibilidad de oír sin escuchar, porque pueden oírse en casa, en el coche o en el avión, dejando de este modo que la música quede reducida a una actividad de fondo y eliminando la posibilidad de concentración total, es decir, de pensamiento. La responsabilidad moral de esto recae en el ser humano, que puede decidir si una grabación es un medio de instrucción que le permite familiarizarse con la música gracias a la repetición - el equivalente a releer un pasaje en un libro- o simplemente un medio de distracción, como la música tocada por la banda en La montaña mágica de Thomas Mann, de la que el filósofo Settembrini dice: "La música... es lo inarticulado, lo equívoco, lo irresponsable, lo indiferente. (...) la música saca al tiempo de la inercia, no saca a nosotros de la inercia para que disfrutemos al máximo del tiempo. La música despierta (...) y en ese sentido es moral. Pero ¿qué pasa cuando ocurre lo contrario: cuando anestesia, adormece y obstaculiza la actividad y el progreso? (...) El opio es cosa del diablo, pues provoca el embotamiento de la razón, el estancamineto, el ocio, la pasividad (...) Les aseguro que la música encierra algo sospechoso. Sostengo que es de una naturaleza ambigua. y no es ir demasiado lejos si la califico de políticamente sospechosa".

El ser humano, desgraciadamente, tiene tendencia a imbuir a los objetos de autoridad moral para librarse él mismo de la responsabilidad. ¿El cuchillo es un instrumento con el que uno puede cometer un asesinato y, por tanto, inmoral, o es un instrumento con el que se puede cortar el pan que alimenta a una persona y por tanto un elemento de generosidad humana? Es la aplicación que hace el ser humano lo que determina sus cualidades morales.
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Página 45/46 - El sonido es vida. El poder de la música

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