viernes, 25 de septiembre de 2009

Dia 9

Laberinto
De Mario Morquencho

Tengo un saco prestado, uno nada más que no hay cuando lo devuelva. Una corbata escondida en el bolsillo de algún pantalón que difícilmente uso. Un par de zapatos viejos con tantas cicatrices, tantos órganos extirpados y litros de sangre en el camino. No tengo sombría ni paraguas, porque no tengo nada en contra del sol o de la lluvia. Tengo un roperito que tose cuando abro uno de los seis cajones que tiene y pues si abro dos al mismo tiempo este se muere después a ver quién prepara el cafécito…
Tengo una TV que se enciende cuando sueño, una TV que de grande quiso ser máquina de escribir y no pudo, porque el mundo no va hacia atrás como un cangrejo.

Tengo una agenda que mi padre me regalo hace poco, precisamente no la utilizo como tal, violo su naturaleza, su razón de existencia, esta debe soportar la punta de los distintos lápices y lapiceros señalándola, estados de ánimo encima de cenizas rebeldes, pedazos de galleta mal comida, nubes, aves y etcéteras azules o grises por doquier.
También tengo una cama con un abismo, una gotera incierta, una puerta secreta – ¡Qué sé yo!- un espiral, un sub-mundo, una alternativa insólita, una opción que los demás no tienen, algo que elijo porque no tengo de otra, porque vivo en Lima y mi familia está lejos, porque alquilo una habitación con una sola ventana y una sola puerta, porque más allá de la ventana y de la puerta hay más ventanas y más puertas, más allá: hay millones de sombras y espejos de otras ventanas, de otras puertas que esperan: Sentadas las ventanas, de pie las puertas… y tendré que ir: abrir y cerrar, cerrar y abrir, otra vez: abrir, cerrar, cerrar, abrir, cerrar y abrir, abrir y cerra hasta que me quiten el saco prestado o decida de una vez por todas
devolverlo.

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